viernes, 23 de marzo de 2012

Vivir para ver


Claudia Rodríguez León
Fotos tomadas de la Internet
Cada día, en la ciudad de La Habana, se puede observar la mezcla de nacionales y extranjeros que, entre el bullicio diurno o nocturno, se detienen atrapados por los olores de las comidas que se ofertan en cafeterías particulares y estatales o para hacerse una fotografía frente a la fachada ecleptica de cualquiera de sus edificios.
Más allá, cerca del malecón y extendido hacia los muelles el río de transeúntes irrumpe en las arterias de la parte colonial. Tanta vida permite ver y comprobar el pulso diario de la capital del país bloqueado por el gobierno de los Estados Unidos hace medio siglo.
Sin embargo, nada detiene esa imagen matutina de los niños con su uniforme escolar hacia los planteles diseminados por toda la urbe, los que deben tomar el ómnibus para no dejar de cumplir con sus actividades, los comentarios de cada amanecer que nunca oscurece porque se dejan pendientes algunos temas de la jornada anterior.
Tanta vida no puede dejar de advertirse a pesar de los problemas, sobre todo aquellas dificultades que marcan al 70 por ciento de los cubanos: generaciones que han padecido el riguroso y criminal bloqueo de Washington hasta el punto de sentir sus efectos en cada detalle de las interrelaciones domésticas o sociales.
Los turistas capturan secuencias que, muchas veces, les resultan incomprensibles. El cubano no deja de reír y exterioriza todo su gracejo criollo como una fórmula para evitar las consecuencias del estrés de una vida moderna, en un mundo globalizado y casi cristalizado y a punto de estallar debido a la secuencia de las crisis capitalistas que, por supuesto, no son ajenos a una Isla verdaderamente sitiada (aun cuando los esfuerzos del Estado cubano permite garantizar los servicios básicos de la población a partir de enormes erogaciones para hacer llegar los suministros imprescindibles y provenientes del mercado internacional), amenazada por el imperio más devastador de todos los tiempos.
Pero sobre todo, los cubanos estamos conscientes de que la sociedad se mueve por los derroteros que marca la dirección política del país. La confianza en el Partido (militantes y no militantes) ha consolidado el pensamiento martiano que llevó a fundar el Partido Revolucionario Cubano para fortalecer la unidad que llevaría a la independencia de Cuba.
Esta soberanía política e independencia se logró a partir de enero de 1959. Desde entonces y hasta la fecha, no hemos dejado de ser atacados, no han cesado los planes para destruir a la Revolución cubana ni la aplicación de medidas para recrudecer el bloqueo como es el caso de la solicitud de aplicar multas del 10 por ciento de sus ingresos a las pocas firmas norteamericanas autorizadas a vender alimentos y medicinas a nuestro país. El llamado premio nobel de la Paz, el señor Barack Obama, el presidente, aceptó la propuesta de dos congresistas estadounidenses.
Como si fuera poco, Estados Unidos, pidió explicaciones a la multinacional española Telefónica, sobre activos, intereses y negocios que supuestamente mantiene con Cuba, según publicó el diario El País.
La campaña de persecución norteamericana a empresas que comercien con la Mayor de las Antillas es parte de su estrategia de guerra no declarada contra Cuba. Similares presiones recibieron las entidades Repsol y BBVA.
La capital cubana no es una ciudad dormida. La vida se palpa en cada detalle de quienes la habitan. El rostro de la ciudad sigue mostrando esos colores de la bandera que se exhibe gloriosa en los lugares públicos.
Los comentarios de la gente son tan variados y múltiples que jamás fenecen como tampoco la confianza en saber que los cambios que se observan en la Isla contribuyen a dar mayor vitalidad a quienes la defendemos porque sabemos que otras generaciones, nuestros hijos y los hijos de sus hijos, tendrán derecho a disfrutar el legado libertario que escribieron muchos otros, que asumieron el pensamiento del padre Félix Varela y José Martí y lo llevaron a hechos desde el grito redentor de Carlos Manuel de Céspedes hasta la clarinada de Enero de 1959. 
La Habana respira con tranquilidad y se apresta a demostrar que ningún acontecimiento en la Isla le es ajeno como tan bien son bienvenidos todos los que la visitan.