martes, 11 de septiembre de 2012

La Casa Blanca detrás de La Moneda


11 de septiembre de 1973

Claudia Rodríguez León

Foto tomada de la Internet


Sumario: Los nuevos acontecimientos que sacuden a Chile, protagonizados por los estudiantes, demuestran la necesidad de “abrir las grandes Alamedas que profetizó el Presidente Salvador Allende, en su última alocución al pueblo en Radio Magallanes.






Minutos antes del bombardeo al Palacio de la Moneda, el del 11 de septiembre de 1973, el presidente Richard Nixon recibió una llamada del director de la CIA, Richard Helms, donde se precisaba que las fuerzas al mando del general Augusto Pinochet, estaban listas para iniciar el criminal ataque contra la sede del gobierno constitucional de Chile y consumar el asesinato del Presidente Salvador Allende, de hecho previsto. Los traidores sabían que Allende había confirmado mantenerse en su puesto hasta las últimas consecuencias. Así lo hizo.
En Langley, Virginia, los de la CIA precisaban los datos recibidos desde Chile en correspondencia con el siniestro plan que definia inaceptable, para el gobierno de Estados Unidos, las acciones de un gobierno verdaderamente popular que pudiera convertirse en referencia y estimulo para la unidad de la izquierda en el cono sur de nuestra América. Sobre todo tuvieron en cuenta la actitud asumida por Allende en apoyo a los sobrevivientes de la guerrilla comandada por el Che, en Bolivia, vínculo que _unido a la proyección de su gobierno_ establecía pautas para la sucesión de gobiernos antiimperialistas.
Como sucede, en la actualidad con Venezuela, Ecuador y Bolivia, la Casa Blanca conocía la probalidad del triunfo de Allende en las elecciones del 4 de septiembre de 1970 y comenzó a minar desde los sectores de la extrema derecha chilena y de la Democracia Cristiana, opuestos al gobierno de Unidad Popular.
Según declaró Eduardo Contreras, diputado comunista en 1973 y actual abogado de DD.HH., el golpe se fraguó con la participación activa de sectores civiles, como el gremio de camioneros y medios de comunicación, como El Mercurio, cuyo dueño Agustín Edwards, había sostenido una entrevista previa con el presidente Richard Nixon; así como los grupos “ultra, fascistoides (Patria y Libertad), cuyo jefe, Pablo Rodríguez Grez, decano de una universidad, tuvo una enorme responsabilidad en la preparación del golpe.
A las 7: 20 am, el Presidente Allende se dirige a La Moneda, acompañado del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) y su guardia personal. Veinte minutos después emite su primer mensaje a la nación a través de Radio Corporación, informando de un levantamiento de la marinería.
La respuesta de los golpistas no se hizo esperar. El teniente coronel Roberto Guillard, lanza la primera proclama militar, por medio de la denominada “Cadena Democrática” formada por Radio Minería y Agricultura, donde emplaza a Allende a dejar su cargo en manos de las Fuerzas Armadas y Carabineros, quienes iniciarán “la histórica y responsable misión de luchar por la liberación de la Patria del yugo marxista, y la restauración del orden y de la institucionalidad (…)” Tal alocución es firmada por Augusto Pinochet Ugarte, por el Ejército; Toribio Merino Castro, por la Armada; Gustavo Leigh Guzmán, por la FACH, y César Mendoza Durán, de Carabineros.
Según Manuel Salazar,  hasta ese momento el Presidente y los dirigentes de la UP creían que podían contar con acciones de respaldo de parte de las FF.AA. y los partidarios del gobierno: “Creían que frente a un golpe iba a reaccionar el general Prats, muchas unidades se iban a levantar en apoyo y que el pueblo, las bases de los partidos, los obreros, empleados, las poblaciones, el aparato público, iban a salir a las calles a defender al gobierno. Ninguna de esas cosas ocurre, salvo contadas excepciones. Cuando escuchan el primer bando, se empiezan a dar cuenta de que las Fuerzas Armadas están unidas a lo largo del país”, indica.
El mensaje del coronel Guillard también daba un ultimátum para quienes se encontraban a esa hora en La Moneda: si no desalojaban antes de las 11, el palacio sería atacado “por aire y por tierra”.
Una vez que el personal abandona el lugar, en su mayoría mujeres y las dos hijas del mandatario –Beatriz e Isabel-, Salvador Allende dirige sus últimas palabras al país por Radio Magallanes – la única emisora pro UP no silenciada a esas alturas-, asegurando, tal como ya se lo había indicado a los golpistas, “que no se rendiría”.
“….mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!  Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, declara Allende, quizás avizorando lo que sucedería en las próximas horas.
La Casa Blanca guardó silencio.