sábado, 12 de mayo de 2012

En Cuba: ¿Por qué luchamos?



Claudia Rodríguez León

Fotos tomadas de la Internet

Las palabras “combate” y “luchar” no solo forman parte del léxico político de la Cuba revolucionaria si tenemos en cuenta los precedentes históricos que definen la forja de una nación inmersa en siglos de lucha por su independencia, sino en la forma de hablar de generaciones de cubanos que han crecido durante este más de medio siglo de Revolución.
De la misma manera que fueron sustituidos, durante la década de los sesenta, el enjambre de anuncios publicitarios _que atiborraba las principales avenidas de la capital cubana, por otros movilizativos a favor de la campaña revolucionaria_,  ahora renacen nuevas propuestas de los servicios de trabajadores por cuenta propia, en franca competencia con un entorno que comienza a experimentar los nuevos tiempos que se avecinan.
La pregunta: ¿Por qué luchamos? no solo responde y determina el sentido de “luchar” que ha sido acuñado, popularmente, como una de las formas prominentes para la sociedad cubana actual. Una forma de decidir avanzar pese a los obstáculos incuestionables que provoca el bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, precisamente, con el propósito de crear el descontento en el pueblo y establecer períodos de carencias de los recursos básicos para la vida.
No obstante, se impone aclarar que durante estas cinco décadas también han causado frenos los inevitables errores administrativos que obligaron, en el reciente VI Congreso del Partido a tomar medidas aplicables a favor de la economía cubana: Lineamientos del Partido.
De esta forma se visualiza un empuje de la sociedad hacia la búsqueda de soluciones a los problemas que les impide acceder a determinados beneficios: el trabajo por cuenta propia de forma ordenada y legalmente registrado. No obstante, este esfuerzo, se observa la persistencia del mercado subterráneo o ilegal que aun determina la correlación entre la oferta y la demanda, pero (además) impone los precios; a pesar de las regulaciones gubernamentales y la presencia de inspectores (estos muchas veces involucrados a favor de los comerciantes ilegales).
“Luchar” ha sido, en las últimas décadas, la palabra que dejó de pertenecer a quienes asumían el contubernio con los hechos corruptivos para convertirse en expresión cotidiana en Cuba.  Por supuesto, un término que nos coloca lejos de las variantes de empleo que ofrece el Estado cubano, sino de “luchar” en beneficio de la economía personal y familiar.
Recientemente, sin alejarme del tema en cuestión, el profesor universitario de psicología, Manuel Calviño, explicaba en su estelar programa: Vale la pena, que cambiar la mentalidad resulta parte de un proceso que no puede ser impuesto a través de campañas o eslogans, sino de la presencia de otros factores que determinarían este proceso. Puso, entonces, el ejemplo de los padres y los hijos. Aseguró que si los padres quieren que sus hijos sean mejores, ellos mismos deben comenzar a iniciar el cambio en la proyección de su mentalidad, de acuerdo con los tiempos y favorecer la correspondencia de estos cambios en hechos concretos que permitan a los hijos determinar si les resulta favorable o no, asumirlos.
En este sentido la sociedad cubana de hoy asume el reto de las medidas para la reestructuración de la macroeconomía, pero desde una perspectiva doméstica que incluye el razonamiento de cómo actuar o “luchar” para resolver, de forma individual, determinadas perspectivas que se impone el individuo como ser social y que, en consecuencia (desde el punto de vista dialéctico, científico y materialista) determinarán también la conciencia social ante los nuevos retos que impone un mundo globalizado, dominado por las pretensiones imperialistas y la necesidad de mantener la soberanía e independencia alcanzada _después de siglos de lucha y agresiones de la mayor potencia del mundo: Estados Unidos_ y no sucumbir como ocurrió en la Europa del Este con el campo socialista.
Washington apuesta aún por ver caer la fruta madura. Los cubanos lo sabemos y estamos dispuestos a continuar esta otra lucha que se mantiene, mientras la Casa Blanca no reconsidere lo erróneo de esta política de injerencia con respecto a los asuntos internos de Cuba.
Corren tiempos difíciles. Por eso luchamos. 

En la imagen, los trabajadores por cuenta propia, desfile el Primero de Mayo de 2012

Cinco Héroes: el odio visceral que refleja una infamia



Claudia Rodríguez León
 
Foto tomada de la Internet

Video del Noticiero Nacional de Televisión (Cuba)
 

El que a la estrella sin temor se ciñe ¡Como que crea, crece!
José Martí

El gobierno de los Estados Unidos ha cruzado, como ningún otro imperio, los límites de la infamia y ha centrado todo el odio de los grupos terroristas basificados en su territorio para lograr sus planes de subversión y de ataques directos o indirectos contra Cuba. Como si fuera poco han apoyado la individualización de tales ataques a personas que representan los valores de una nación dispuesta a defender su independencia y soberanía. Tal es el caso de los Cinco Héroes prisioneros en cárceles norteamericanas, después de un proceso judicial realizado en Miami en componenda con los sectores ultraderechistas que integran la mafia cubano-americana y poseen una bancada en el Congreso.
Cuando escribo estas líneas pienso en que el próximo domingo 13 de mayo será el Día de las Madres y será una jornada de profunda tristeza en las esposas, madres, hijos y familiares de estos Cinco Héroes que sufren las consecuencias psicológicas del vil encierro. Más aún, en la persona de Adriana Pérez, a quien se le priva el derecho de visitar a su esposo Gerardo Hernández, uno de los Cinco y sobre el cual toda el ensañamiento de Washington ha marcado pautas difíciles de borrar en la trágica historia judicial de ese país.
Adriana Pérez, fue recibida, por La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navenethem Pillay, en la sede de dicha institución en Ginebra. Explicó la situación que le impide acceder siquiera a las visitas de su esposo,  injustamente retenido en una prisión federal de Estados Unidos.
En el encuentro, Adriana se refirió a los perjuicios que casi 14 años de cárcel han provocado a la salud de los Cinco y al sufrimiento que ha representado para ellos y sus familiares vivir separados tanto tiempo y con limitaciones de todo tipo.
Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González fueron condenados a largas penas en un proceso amañado y lleno de arbitrariedades por alertar a su país de los actos terroristas de la mafia de Miami.
En el caso de Gerardo, quien enfrenta dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión, el gobierno estadounidense le impide, además, recibir la visita de su esposa.
Adriana Pérez no solo explicó su caso, sino que planteó a la Alta Comisionada la necesidad de que ese organismo interceda de manera directa a favor de la moción solicitada por la defensa de René González para que se le permitiera viajar a Cuba a visitar a su hermano, quien se encuentra gravemente enfermo. Un acto de completa entrega y solidaridad a la causa de todo un pueblo.
Adriana Pérez fue también portadora del deseo de reunificación de las ancianas madres de los cinco que aún viven.
En todo el mundo existen más de 375 comités a favor de la inmediata excarcelación de los antiterroristas cubanos y de su regreso a la patria.
Activistas sociales, sindicalistas, artistas, intelectuales, parlamentarios, políticos y 10 premios Nobel se han sumado a la causa por la liberación de los Cinco.
Este domingo Adriana Pérez tampoco tendrá el privilegio de recibir el homenaje que aspira toda madre. Ninguna excusa podrá ser expuesta para defender tal ignominia que permite el gobierno de Estados Unidos.