sábado, 20 de octubre de 2012

Cultura e independencia en Cuba: pilares de la identidad

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Claudia Rodríguez León

Foto tomada de la Internet

Sumario: La Cultura, en Cuba, está indisolublemente unida al reclamo de soberanía e independencia. Los símbolos patrios contribuyen a perpetuar esos valores que refuerzan la esencia de la identidad en siglos de lucha para lograr el principio martiano: "con todos y para el bien de todos".
 

 Resulta difícil hacer cualquier referencia a la Cultura cubana sin tener en cuenta las fuertes raíces independentistas que signaron el destino de la nación en la temprana fecha en que recoge el primer acto revolucionario el 10 de octubre de 1868, protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, considerado el Padre de la Patria.
Este histórico hecho no solo estableció el inicio de las guerras por la independencia de Cuba, sino que integró a negros y blancos procedentes de dos corrientes culturales diferentes que ya establecían una mezcla mucho más profunda que el mestizaje inevitable en la forja de una nación: se fomentaba el concepto de cubanía a partir de todas las aspiraciones contenidas en hombres y mujeres que consideraron un destino común para llamarle Patria.
Es por esta, entre otras razones, que no se puede hablar de Cultura cubana sin tener en cuenta que el proceso eleccionario, creado a partir de los Órganos del Poder Popular (en 1976) recogían la aspiración de construir un sistema que consolidara las oportunidades expresadas por Martí para la Constitución del país, el 26 de noviembre de 1891, en Tampa, Estados Unidos: “Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.”  Dignidad que fuera defendida por Fidel Castro Ruz, en su alegato de defensa después de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes y que selló el destino de la Generación del Centenario con las conquistas obtenidas por Cuba en todos estos años de lucha y de heroísmo protagonizado por el pueblo: garante indiscutible de los logros que se han obtenido a pesar del férreo bloqueo impuesto por todas las administraciones que, en Washington, no han dejado de atacar a nuestro país y causado el dolor que provocan las acciones terroristas y las pérdidas en miles de millones de dólares y carencias generadas por el bloqueo imperialista.
Es por esta razón, entre tantas, que generaciones de cubanos defienden esa identidad cultural y compromiso por la soberanía de nuestra Patria. La deuda con los pueblos africanos _ de donde proviene una gran fuerza integradora de nuestra nacionalidad_, fue saldada con los actos solidarios y la sangre de valiosos cubanos internacionalistas que no solo llevaron al fin del Apartheid, sino a la comprensión de las necesidades libertarias de otros pueblos en el mundo, agobiados por el hambre, la metralla y la voracidad de las naciones que integran la coalición imperial liderada por Estados Unidos.
Precisamente esta confluencia de valores nos lleva a otra referencia que no puede separarse del concepto de nación en momentos que vamos a un proceso electoral donde las urnas son custodiadas por pioneros. Me refiero, específicamente, a las palabras pronunciadas por el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, a los intelectuales, y que tuvieron lugar en una reunión celebrada los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional. Cito obligados fragmentos debido a la connotación y actualidad de los mismos, teniendo en cuenta los eventos que vivimos a partir de los cambios que aplica el país bajo la orientación de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido con respecto a la necesidad de proteger nuestra soberanía e independencia frente a los ataques directos del imperialismo:
“Nosotros hemos sido agentes de esta Revolución, de la Revolución económico-social que está teniendo lugar en Cuba. A su vez esa Revolución económica y social tiene que producir inevitablemente también una Revolución cultural en nuestro País.
(…)
Una de las características de la Revolución ha sido, por eso, la necesidad de enfrentarse a muchos problemas apresuradamente. Y nosotros somos como la Revolución, es decir, que nos hemos improvisado bastante. Por eso no puede decirse que esta Revolución haya tenido ni la etapa de gestación que han tenido otras revoluciones, ni los dirigentes de la Revolución la madurez intelectual que han tenido los dirigentes de otras revoluciones. Nosotros creemos que hemos contribuido en la medida de nuestras fuerzas a los acontecimientos actuales de nuestro País. Nosotros creemos que con el esfuerzo de todos, estamos llevando adelante una verdadera Revolución y que esa Revolución se desarrolla y parece llamada a convertirse en uno de los acontecimientos importantes de este siglo. Sin embargo, a pesar de esa realidad, nosotros que hemos tenido una participación importante en esos acontecimientos, no nos creemos teóricos de las revoluciones ni intelectuales de las revoluciones. Si los hombres se juzgan por sus obras tal vez nosotros tendríamos derecho a considerarnos con el mérito de la obra que la Revolución en sí misma significa. Y sin embargo no pensamos así y creo que todos debiéramos tener una actitud similar, cualesquiera que hubiesen sido nuestras obras. Por meritorias que puedan parecer debemos empezar por situarnos en la posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo lo que se pueda aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados. Es decir, que nosotros debemos situarnos en esa posición honrada; no de falsa modestia, sino de verdadera valoración de lo que nosotros conocemos porque si nos situamos en ese punto, creo que será más fácil marchar acertadamente hacia delante, y que si todos adoptamos esa actitud tanto ustedes como nosotros, desaparecerán actitudes personales y desaparecerá esa cierta dosis de personalismo que ponemos en el análisis de los problemas. En realidad, ¿qué sabemos nosotros? Nosotros todos estamos aprendiendo.
(…)
. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella”.

Ineludible razón e histórico compromiso para quienes tenemos el privilegio de hablar de cubano y decir identidad, de hablar de democracia y decir: Pueblo.