viernes, 16 de marzo de 2012

El país de los sueños rotos


Claudia Rodríguez León
Foto tomada de la Internet
El reciente despido masivo de trabajadores de la educación (maestros) en Estados Unidos ha sumado más tensiones a las manifestaciones de indignados que ahora serán considerados prácticamente como terroristas.
Tal situación ocurre en el país que promueve un estilo de “democracia” que una vez fue llamada sueño americano para definir supuestas libertades que jamás tendrían siquiera los millones de estadounidenses pobres (muchos de ellos homeless) condenados a ser víctimas de una nación administrada por los representantes de los círculos del poder imperialista mundial.
Los problemas en la educación y las escuelas norteamericanas tienen episodios significativos Miami y otros estados de la Unión en los cuales los maestros han visto reducir sus salarios en los recortes que jamás se han tenido en cuenta para detener el desenfrenado prepuesto para la “defensa” de los intereses de la Casa Blanca en los países ocupados junto a la coalición imperialista.
Adolescentes, jóvenes y maestros tiroteados (en todos los niveles de la enseñanza norteamericana) dejan una inmensa lista de interrogantes que jamás responderá ningún mandatario en Washington.
Ahora se agrega ley HR 347 (nombre parecido al robot de la archiconocida Guerra de las Galaxias) firmada por el señor Barack Obama con el objetivo de restringir las protestas pacíficas y libertad de expresión en eventos políticos o en los alrededores de algunos edificios gubernamentales. Por supuesto, el Movimiento que ocupa Wall Street, ha protestado enérgicamente debido a una medida considerada anticonstitucional.
Tal ley pudiera castigar, hasta con diez años de prisión o ser considerado “objeto peligroso” a los ciudadanos que incurran en ese tipo de acción de protesta. Ni siquiera, se les tratará como personas si tenemos en cuenta la definición “objeto”.
La situación con los maestros estadounidenses deja mucho que pensar en el proyecto “cambio” del presidente y cuestionado Nobel de la Paz, Barack Obama. Mucho menos en el eslogan “juntos podemos” que le llevó en una mediática campaña electoral precedida por la Oficina Oval.
Otra situación insoluble para el presidente que encarnaba los sueños de millones de latinos, blancos y afroamericanos. Nada ocurrió que posibilitara reducir el índice de miseria en la cual sucumben millones de estadounidenses y sobre todo los recortes en salarios y puestos de maestros como ocurre, en estos momentos.
Como dato curioso, uno de los aliados europeos de Washington, también enfrenta las críticas de los estudiantes del nivel superior. Me refiero a Gran Bretaña, donde miles de jóvenes se lanzaron a las calles para iniciar sus protestas.
El sueño americano, la llamada nación de la libertad es cada vez más una caricatura de un imperio en decadencia que expone la imagen de una estatua en la isla de Manhattan como símbolo de los derechos que, cada administración en la Casa Blanca, ha vulnerado.



El síndrome de la zanahoria


Claudia Rodríguez León
Foto (pendiente)
Cuando el pasado día 13 de marzo un grupo de apátridas ocupó de manera irrespetuosa el templo de la Caridad de La Habana, iniciaban un peligrosísimo programa de acciones que pretendían extender, por todo el país _con el apoyo de los servicios de inteligencia y la contrarrevolución externa_, una situación de desobediencia civil a propósito de la visita de su Santidad el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, el nuevo herald se refiere a este grupúsculo como “Los trece disidentes cubanos encerrados en una iglesia desde hace dos días fueron desalojados en la noche del jueves del templo sin que los opositores ofrecieran resistencia, informó el Arzobispado de La Habana”.
En realidad este grupo de personas no fueron “encerrados”; sino que actuaron de manera vil y solapada para crear una situación en contra de los preceptos de la propia Iglesia, contra las normas de respeto asumidas por los feligreses y creyentes cubanos. Tampoco fueron “desalojados”. Esas personas no pudieron cumplir su proyecto disidente. Como se informó en un comunicado, donde el Arzobispado explicó que, ante la reiterada negativa de los disidentes a salir del templo habanero donde permanecían de forma “no autorizada”, el cardenal Jaime Ortega “se dirigió a las autoridades correspondientes para que invitaran a los ocupantes a abandonar” el templo.
El libelo de Miami agregaba: “A las nueve de la noche hora local, agentes que no portaban armas “invitaron” a salir del templo a los disidentes, que no ofrecieron resistencia.
Según la nota del Arzobispado, los agentes que llevaron a cabo la operación aseguraron que los disidentes serían trasladados inicialmente a una unidad policial y después conducidos a sus casas sin que vayan a ser procesados por este hecho.
Un portavoz del Arzobispado de La Habana dijo a Efe que no se produjo ningún tipo de violencia o conflicto durante la “retirada” de los disidentes.
“Se pone fin así a una crisis que no debió nunca producirse. La Iglesia confía que hechos semejantes no se repitan y que la armonía que todos anhelamos pueda realmente alcanzarse” concluye el comunicado del Arzobispado.
Los trece disidentes desalojados del templo de la Caridad de La Habana reclamaban reformas democráticas en la isla y que la Iglesia Católica actuase de mediadora para abrir un diálogo entre el Gobierno y la oposición.
Este acto de protesta causó malestar en la Iglesia Católica cubana que denunció que respondía a una “estrategia” tendente a crear “situaciones críticas” ante la llegada del Papa Benedicto XVI a la isla”.
¿Se puede considerar un acto de fe, el utilizar el recurso político de la disidencia (grupúsculos de la contrarrevolución en Cuba) para exigir las “reformas democráticas” contempladas en las leyes extraterritoriales de los Estados Unidos contra Cuba? Es una pregunta que, por supuesto, no responderán quienes están detrás de estos vandálicos hechos alentados por los grupos más reaccionarios de la contrarrevolución en Estados Unidos y Europa.