martes, 13 de diciembre de 2011

Rusia no es una isla del Pacífico.


Claudia Rodríguez Leon

Las recientes declaraciones de la secretaria de estado norteamericano Hillary Clinton con relación al proceso electoral ruso, deja entrever que la Casa Blanca está decidida a continuar su política expansionista en el Oriente Medio a cualquier costo. De hecho la insistencia en colocar un cinturón de misiles en derredor de Rusia, continuar los preparativos contra Siria e Irán, dejan claro que es un hecho que podrá ser consumado en los primeros meses de 2012. Sin embargo, lo peligroso no solo está en la posición asumida por Washington, sino en aplicar la fórmula de cuestionamiento a los procesos electorales de las naciones consideradas puntos oscuros del mundo que equivale a enemigo de los Estados Unidos.

Esta vez, la voz de Clinton lanza un mensaje claro a la potencia que le cortó el paso, recientemente, cuando se alistaban las tropas imperiales para tragarse a Siria. La reacción de la Casa Blanca no fue inmediata, pero tenían que buscar una válvula de escape para no quedar en ridículo frente a la opinión pública internacional. Solo dos variantes quedaban: atacar a Siria y enfrentarse a Rusia o esperar. Decidieron lo segundo. Es por eso que considero esta advertencia de la Clinton como una intromisión en los asuntos internos de una nación que además es una reconocida potencia militar mundial.

El gobierno de los Estados Unidos continúa lanzando sus señales de guerra al mundo. Esta vez parece tentar a Rusia, probar hasta dónde podrían resistir la embestida de esta guerra mediática.

Las razones que llevan el pronunciamiento de la señora Clinton van mucho más allá de las decisiones electorales rusas con respecto al candidato a la presidencia, Vladimir Putin, sino que fuerza una reacción mediática de cuestionamiento a partir de un arbitraje que no le corresponde a la representante del servicio exterior de ningún país con respecto a las decisiones soberanas de otro estado.


Tanto Mendeiev, como Putin, han reforzado el criterio de potencia militar de Rusia y no han dejado margen a la posibilidad de que Estados Unidos establezca el cinturón balístico sin que se recurra a la decisión (ya efectiva) de poner en disposición combativa de defensa y ofensiva a las fuerzas armadas rusas.


La Casa Blanca se juega una peligrosa carta para establecer el nuevo reparto del mundo. Pero está vez, y después de la posición asumida por Rusia al enviar un sistema de radares y cohetes a Siria, el comentario de la señora Hillary, solo equivale a una posición de soberbia que no será secundada por ninguno de sus aliados. De hecho la tirantez entre las dos potencias militares obliga a mantenerse, a los aliados de Washington, en Europa, en una posición de silencio y reserva.


Por supuesto, ninguno esta dispuesto a enfrentar un ataque balístico continental de Rusia. Aún, en su condición de aliados, las naciones europeas que siguen a la Casa Blanca, conocen muy bien lo que costaría, esta vez, el inicio de una nueva guerra.


En la foto, tomada de la Internet, el binomio Putin-Mendeiev, ambos sellaron el destino de Rusia como potencia militar y decidió enfrentar cualquier tipo de amenaza contra su territorio o naciones consideradas como estrategicamente aliadas (posición geográfica, como es el caso de Siria, donde existen bases militares rusas) durante su defensa.

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