sábado, 3 de marzo de 2012

Cuba: el derecho de existir


Claudia Rodríguez León

Foto tomada de la Internet
 
La visita de su santidad el papa Benedicto XVI a fines del mes de marzo, deviene importante acontecimiento para los cubanos sin importar credos. Sobre todo porque ocurre cuando en Cuba se realizan importantes cambios que resultan imprescindibles para la continuidad del proyecto Socialista, la independencia y soberanía políticas y el esfuerzo del país para recobrarse de los errores subjetivos y de dirección cometidos en la administración del sector económico, así como enfrentar las drásticas medidas de las leyes extraterritoriales del gobierno norteamericanos para recrudecer el bloqueo contra la Isla.
El Papa visitará Cuba del 26 al 28 de marzo, en una gira destinada a “hablar de la reconciliación y de la unidad entre los cubanos”, un hecho palpable dentro del país y, especialmente, después de los resultados previos a la consulta de los Lineamientos que fueron analizados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) y, recientemente, en la Conferencia Nacional.
El diálogo, entre los cubanos residentes en la Isla y el gobierno, ha sido una práctica sistemática y permanente desde el triunfo de la Revolución cubana. La declaración de La Habana, sentó las pautas a seguir en el destino de una Patria que se había desangrado en cada gobierno de la seudorepública.  La Revolución tuvo voz propia y esa voz tiene el nombre de nuestro pueblo.
Por supuesto, la campaña mediática imperialista que busca desvirtuar la visita de su santidad alcanza a los que creen que la dirección de la Revolución no ha sido consecuente en sus relaciones con la Iglesia y muchos menos con los propósitos de una nación que se niega a ser dividida (por grupúsculos de contrarrevolucionarios) o anexada como pretende _ desde su intervención en la Guerra Hispano-cubana_, por cada nueva administración de la Casa Blanca.
En realidad los cambios, definitivos y profundos, comenzaron en Cuba con la alborada de enero de 1959. Este hecho, sin precedentes en América Latina, llevó a la alfabetización de millones de personas y cumplió el deseo martiano cuando en el 26 de noviembre de 1891, expresó en el Liceo Cubano, Tampa: “…yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Y ese derecho como el derecho de una nación soberana a existir en medio de los horrores cometidos por la expansión imperialista, se ha cumplido. 

Reproduzco ese discurso martiano para los lectores de este blog




En el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891
  

Cubanos:

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no cíe pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mi mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean; ni al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero, daré gracias por la hospitalidad magnífica de sus palabras, y el fuego de su cariño generoso; sino que todas las gracias de mi alma les daré, y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar, por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se prueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan, y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland, que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo; por este templo orlado de héroes, y alzado sobre corazones. Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma, en mi corazón.

No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede abjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera. Ni el que viene se afeará jamás con la lisonja, ni es este noble pueblo que lo reciba pueblo de gente servil y llevadiza. Se me hincha el pecho de orgullo, y amo aún más a mi patria desde ahora, y creo aún más desde ahora en su porvenir ordenado y sereno, en el porvenir, redimido del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio; creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobre, culta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, y a un cubano que se las respeta.

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serian falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados. Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de. la ambición. O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por si propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor da familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¿Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no, para erigir, a la boca del continente, de la república, fa mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas. o el Paraguay lúgubre de Francia! ¿Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas de la guerra o las de la palabra que rebajarles el carácter! Este es mi único título a estos cariños, que han Venido a tiempo a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanmelas los mismos a quienes anhelase yo levantar más, y ¡no miento! amaré la mordida, porque me viene de la furia de mi propia tierra, y porque por ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano' ¡Unámonos, ante todo en, esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!


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