viernes, 1 de junio de 2012

En nombre del futuro


Claudia Rodríguez León

Fotos tomadas de la Internet

“Si no creyera en la locura/ de la garganta del sinsonte/ si no creyera que en el monte/ se esconde el trino y la pavura”. (La Maza, Silvio Rodríguez

Sumario: resulta difícil escribir una nota por el Día de los niños. En realidad me llega un mundo de imágenes que pujan por salir entre las primeras.

Siempre me resulta difícil escribir una nota por el Día de los niños. En realidad me llega un mundo de imágenes que pujan por salir entre las primeras. Muchas de ellas ni siquiera las viví, pero hoy, de manera especial, quisiera hablar de algunas de ellas. En particular del “bombardeo de juguetes” realizado sobre las zonas montañosas de Cuba cuando la Revolución apenas iniciaba este largo camino que ha garantizado a generaciones de cubanos su participación en la construcción del futuro de una patria para todos.
Aquel “bombardeo” fue un verdadero desafío a la imaginación de los pequeños que vieron llegar juguetes en sus paracaídas, una gigante piñata que se extendió a las zonas montañosas de nuestra Isla y donde la miseria y la muerte _como única suerte para los olvidados de la Cuba seudorepublicana_, se disputaban las vidas tempranas de quienes no podían llegar a los hospitales sino era desbrozando montes o sobre los ríos.
Después fueron casi niños los que protagonizaron una de las más grandes campañas por el bien de todos a escala mundial: la alfabetización de millones de personas en un tiempo heroicamente corto.
Es difícil escribir estas líneas, sobre todo para quienes vivimos, cada mañana, el privilegio de verles hacer florecer las calles mientras se dirigen a sus escuelas, de la mano de sus padres, de sus abuelos o abuelas, haciendo un montón de preguntas, descubriendo todo lo bello que tiene el mundo de esperanzas y libertades que legaron los próceres de la Patria y los que aún, desde el encierro injusto _me refiero en especial a nuestros Cinco Héroes_ continúan la batalla en las cárceles del imperio para evitar que otros no puedan cumplir sus sueños debido a las acciones terroristas que cegaron sus vidas por orden del imperio norteamericano.
No me hubiera atrevido, por vez primera, a esta crónica sino recordara mi pregunta a por qué la bota del monumento al Che, frente a la sede del Partido en Santa Clara, tiene un color de sol, casi bruñido el metal que contrasta con el resto de la épica y legendaria figura del eterno guerrillero que nos inspira en la tradición de sus pequeñas voces que también fueron nuestras: “Seremos como el Che”.
La respuesta la observé una mañana. Cada niño o niña que pasaba acariciaba con su manito en un gesto de saludo al Comandante Guevara. Este hecho aún me estremece al recordarlo.
Otros me resultan imprescindibles no olvidar, sobre todo porque no olvido a quienes expusieron sus vidas durante el salvaje ataque terrorista contra el Circulo Infantil Le Van Tan, en Marianao, mucho menos la primera vez que fui a la Sala Oncológica del hospital pediátrico William Soler, de la capital cubana. Allí, en plena avenida, una valla explica muchas razones en pocas palabras: “No hay nada más importante que la sonrisa de un niño”.
Es por eso que resulta difícil escribir por el Día de los niños y prescindir de lo que marcó nuestra propia infancia, del por qué luchamos para evitar, en nuestra Patria, las imágenes de niños destrozados por la metralla imperialista, privados para siempre de su derecho a vivir, solo a vivir, una vida, la única que tenemos, pero digna y con decoro.
Antes, pienso en que las coloqué de un tirón estas letras. Pensé en la Edad de Oro, de José Martí, en la grandeza de sus cuadernos martianos, en un Fidel que nunca tuvo más grandes sus grados de Comandante en Jefe, que en los momentos que su risa se fundía en el abrazo de los niños en los Palacios de Pioneros de Cuba.
Sé que resulta difícil escribir estas letras, porque tantas imágenes de felicidad no pueden describir toda la historia de un país que decidió, para sus hijos, un país independiente y en el cual todos tengan derecho a cultivar sus propios sueños en nombre del futuro.

Esta canción, La maza, de Silvio, es un canto que dice mucho de lo que apenas pude escribir con mis palabras.



Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte
si no creyera que en el monte
se esconde el trino y la pavura.
Si no creyera en la balanza
en la razón del equilibrio
si no creyera en el delirio
si no creyera en la esperanza.
Si no creyera en lo que agencio
si no creyera en mi camino
si no creyera en mi sonido
si no creyera en mi silencio.
que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
un amasijo hecho de cuerdas y tendones
un revoltijo de carne con madera
un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
un testaferro del traidor de los aplausos
un servidor de pasado en copa nueva
un eternizador de dioses del ocaso
jubilo hervido con trapo y lentejuela
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera.
Si no creyera en lo mas duro
si no creyera en el deseo
si no creyera en lo que creo
si no ceyera en algo puro.
Si no creyera en cada herida
si no creyera en la que ronde
si no creyera en lo que esconde
hacerse hermano de la vida.
Si no creyera en quien me escucha
si no creeyera en lo que duele
si no creyera en lo que queda
si no creyera en lo que lucha.
Que cosa fuera...

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