lunes, 4 de junio de 2012

Obama: the terminator


Claudia Rodríguez León

Foto tomada de la Internet

Sumario: Cada presidente de Estados Unidos, desde principios de la llamada guerra fría, ha dejado una estela de muertes en todo el mundo. La experiencia de Washington en la Segunda Guerra Mundial, posibilitó el crecimiento de una industria (Complejo Militar) que ingresa billones de dólares por la construcción de armas para la nueva ofensiva imperial.

El presidente Barack Obama concluirá su mandato como el estadista norteamericano que más ha influido en el desarrollo de las nuevas armas de destrucción masiva construidas por el Complejo Militar Industrial. Específicamente los nuevos equipamientos para los soldados que incluyen trajes y medios especiales de visión computarizada personal hasta los drones y robots que ya participan, activamente, en las guerras imperiales por el control de los recursos en el Oriente Medio.
Los drones Predator y Reaper, fabricados por General Atomics en California, están armados con misiles Hellfire, producidos por Lockheed Martin en Alabama. Esta última reconocida por el desarrollo de aviones de combate y robótica incorporada a misiles de mediano y largo alcance.
De esta manera y, como si estuviera en una sala de juegos ciberespaciales, el comandante jefe del ejército de Estados Unidos (el premio novel de la paz, Barack Obama. Insisto en decir novel) los ataques con aviones no tripulados se han multiplicado en los meses de abril y mayo, confirmando el entusiasmo creciente de Obama, por esta forma de reducir la presencia de soldados en las ofensivas y utilizarlos solo como fuerzas de ocupación.
Todo un negocio que garantiza reducir las críticas crecientes debido a las muertes de los invasores (como ocurrió durante la primera etapa de invasión a Iraq) y reduce los gastos en el pago de salario a los soldados y facilita un salto en el ingreso de los principales accionistas del Complejo Militar Industrial.
No obstante, las llamadas muertes colaterales _población civil asesinada por estos drones_ son justificadas como ataques a supuestos dirigentes y militantes de Al Qaeda: el ejército mercenario creado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos y en el cual fuera formado el propio Bin Laden, entre otros y grupos yihadistas asociados.
El uso de armas teledirigidas para eliminar individuos ha sido empleada por el estado de Israel todo el tiempo. Esta semana, Jo Becker y Scott Shane han publicado en The New York Times una extraordinaria información que detalla cómo el señor Obama autoriza, personalmente, una lista de quiénes serán los blancos de las acciones de los drones en Yemen, Somalia y Paquistán.
Un siniestro programa que se detalla, semanalmente, en las reuniones del equipo “antiterrorista” de la Casa Blanca en un departamento denominado: sala de crisis (Situation Room). En estas reuniones se le presenta al presidente la lista de los condenados a muerte (Kill List) que han sido localizados, y éste, tras estudiarla caso por caso, da o no su luz verde.
Aseguran que, en sus primeros tres años de mandato, el señor Obama habría aprobado p 268 ataques con drones, cinco veces más que en los ocho años de Bush, según informa Christopher Griffin en un reportaje publicado por Rolling Stone: The Rise of de Killer Drones: How America goes to War in Secret (El ascenso de los drones asesinos: cómo Estados Unidos hace la guerra en secreto).
En la guerra secreta de Obama, escribe Griffin, “supone la mayor ofensiva aérea no tripulada por seres humanos jamás realizada en la historia militar: nunca tan pocos habían matado a tantos por control remoto”. Aseguran que la mano derecha en esta materia de asesoría para asesinatos selectivos, del señor Obama, resulta John Brennan, un veterano de la CIA, a quien llaman el Zar de los Asesinos.
De esta forma “este programa descansa en la legitimidad personal del presidente”, informan Becker y Shame tras consultar a expertos de dentro y fuera del Gobierno norteamericano. O sea, las ejecuciones a distancia son legales porque el presidente así lo decide.
En 2011, la Fuerza Aérea de Estados Unidos, con su nuevo Comando Ciberespacial, entrenó a más guías de drones (los tipos que los dirigen desde una base, armados con un joystick y sentados frente a una pantalla de ordenador) a los cuales se les convierte en  pilotos de cazas y bombarderos a distancia.
Se dice que los drones fueron diseñados originalmente para el espionaje, la vigilancia y el reconocimiento; sin embargo, se conoce que fueron empleados masivamente por Estados Unidos para identificar y matar objetivos humanos después del 11-S (acotan que las guerras yugoslavas les habían servido de prueba). De ahí que los Predator y sus sucesores _junto a los aún más mortíferos Reaper_, fueron ganando protagonismo en las guerras de Afganistán e Irak y en las operaciones contra Al Qaeda en Yemen y Somalia. A partir de 2008 comenzaron a actuar también en Paquistán.
Los drones vienen a costar unos 13 millones de dólares por unidad y, según Becker y Shane, “se han convertido en un símbolo provocativo del poder de Estados Unidos”. El Pentágono cuenta con unos 19.000 para tareas de espionaje o de combate, pero la CIA también dispone de su propia flota. De hecho, es este servicio de espionaje, cada vez más convertido en una organización paramilitar, el que conduce la guerra no tan secreta de Obama.





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